domingo, 27 de febrero de 2011

Casa de Campo


El otro día, mis obreros favoritos me obligaron a renunciar a la siesta y a salir de casa, en parte por miedo a que se me cayeran las paredes encima, en parte por miedo a que despertaran al Jack Torrance que llevo dentro y atravesara la puerta del piso de al lado con mi hacha para saludar.

Así que me fui, con el corazón en un puño, intentando evitar la mirada temblorosa de mi gata, que me pedía con sus grandes y ambarinos ojos que la asesinara para que dejara de sufrir. Que se joda, por haberme despertado a las 7 de la mañana mordiéndome la nariz.

¿Y qué se puede hacer un viernes a las 4 de la tarde? Ver obras, pero de eso es de lo que estaba huyendo. Así que la opción que me quedaba era andar. Andar. Como si tuviera algún sitio adonde ir.

Me encaminé hacia la cercana Casa de Campo, con la intención de encontrar un trocito de césped al sol donde ponerme a leer y a esperar a que pasara una chica bohemia que gustara de andar, y que pensara: "Mira qué chico más bohemio, se viene a leer a la Casa de Campo, quizás le eche un polvo para celebrar juntos nuestra compartida bohemia".

Pero la Casa de Campo no es el Retiro. No hay chicas bohemias que se deslizan el tirante del sujetador con la excusa de que no quieren que el sol les deje marca. Todos sabemos, y ellas las primeras, que lo hacen sólo porque nos pone ver un tirante caído. Si no, irían con sujetadores sin tirantes.

No hay chicas bohemias, decía. Hay señoras mayores que van en parejas con chándales comprados en Carrefour y aprietan el paso cuando ven que voy andando detrás suyo. A los 20 metros, se dan cuenta de que no pueden darme esquinazo - en parte porque me divierto andando más rápido yo también mientras lanzo la más torva de mis miradas - y deciden parar y esperar a que las adelante. Entonces yo también me paro y miro el móvil. Y así hasta que se dan la vuelta y toman la dirección contraria alejándose de mí. Es divertido.

No hay modernos hippijos tocando los timbales. No haré chanza de este subproducto social, porque son una broma en sí mismos. Hay señores mayores sentados en los bancos con un transistor pegado a la oreja, mirando con desprecio a los jovenzuelos con auriculares como yo. Eso es de maricones, piensan.

No hay lagos con barcas donde las parejitas embriagadas pasan la tarde; ella, pensando que en buen momento le dijo a él que sí, que montaran en las barcas; él, cagándose en su puta madre por haberlo propuesto mientras suda la gota gorda dándole al remo.

Hay estanques con patos que miran con altivez a quien se le ocurra tirar una miga de pan al agua, y el Arroyo Meaques, en el que los niños juegan a jugarse la vida salpicándose con agua pútrida.

Y no hay artistas callejeros que pretenden sacarte una sonrisa y unas monedas. Hay putas. Pocas, pero quedan. Yo sólo vi a dos. Una negra saliendo de unos matorrales con un viejo de los de transistor mientras se subía las bragas; y una señora que bien podía haber llevado un chándal de Carrefour, pero que prefería pasar sus tardes de viernes espantando niños en el parking del Zoo.

Me perdí un par de veces, temeroso de que tras cualquier matorral saliera una puta que no hablara castellano y me obligara a darle o prenderle fuego o algo, pero al final subí el cauce del Arroyo Meaques a contracorriente y llegué a mi barrio.

Los obreros habían parado de hacer ruido, y mi gata y yo conseguimos echarnos una más que merecida siesta. Ella había sobrevivido a un temblor de grado 7 en la Escala de Richter. Yo había sobrevivido a la Casa de Campo. Y me había enamorado de ella.

jueves, 24 de febrero de 2011

Los cuernos al sol

En Libia un demente disfrazado de Raimundo Amador disfrazado a su vez de gitana con Síndrome de Diógenes lanza bombas a sus ciudadanos. Bombas inteligentes que distinguen a las víctimas que llevan brazaletes verdes y los mata menos que a los traidores.

En las antípodas, un terremoto causa, hasta el momento, 76 muertos y los desaparecidos se cuentan por miles.

Julian Assange es extraditado a Suecia, el país que publicita sus muebles con anuncios coitales, porque le entró un calentón de madrugada y echó un polvo sin condón a una comebolsas.

El precio de la gasolina toca máximos históricos pese a los continuos esfuerzos de los prohombres que manejan nuestros destinos por evitar la subida del crudo a través de altruistas invasiones de los países productores.

El PP confirma como candidato en la Comunidad Valenciana a un señor que se ha probado que, si bien no cometió delito alguno, al menos carece de la ética más básica. Y además tiene voz de pito.

Esperanza Aguirre recibe el alta médica.

El Arsenal pierde a Cesc y a Walcott para la vuelta de la eliminatoria contra el Barça, y Cristiano Ronaldo es duda por un golpe en el tobillo, lo que se suma a las ya conocidas bajas de los virtuosos Lass y Khedira.

No tengo trabajo, y me acabo de gastar 20 euros en una bolsa de pienso para gatos cuando en Mercadona vale cuatro.

Pero me he tomado un café al sol con una amiga, y que se joda el mundo.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Si lees esto, es que estoy muerto

Cada día me levanto puntualmente a las 7 de la mañana, dos horas después de que el maldito urogallo se deje la vida intentando avisarme de que el sol ha salido. ¿Y qué? No tengo nada que hacer en este zulo de cincuenta metros cuadrados, ni siquiera cuando a mí me parecen cincuenta mil. Aún así, procuro soportar la tentación de quedarme remoloneando hasta que me salgan llagas en el culo, y me levanto, buscando a tientas mis gafas en la mesilla de noche.

Miro a través de la ventana el sempiterno paisaje yermo de Prespatou, y me coloco las gafas con la vana esperanza de poder llegar a distinguir un detalle, una señal, que me convenza de que vale la pena seguir viviendo. Nada. Siempre la nada.

Nunca pensé que echaría de menos el bullicio de Los Ángeles, yo, que habiendo nacido en Ontario, alcancé las más altas cimas de la popularidad. Cómo odiaba Los Ángeles. Y cómo lo echo de menos ahora.

Hoy se cumplen 15 años desde que anuncié mi retirada. Me retiraron, por supuesto, pero en cualquier caso, tengo que admitir que el Gobierno fue generoso. Cuando sucedió todo, lo primero que pensé fue que el Gobierno nunca dejaría cabos sueltos y que mis días estaban contados. No. Miento. Lo primero que pensé fue que no habría zapatos de mi talla. El primer y fugaz atisbo del terror fue pensar que tendría que ir descalzo el resto de mis días. Supongo que mi mente quiso prepararme para mi increíble futuro dándome pequeños fogonazos de consciencia sobre el monstruo en el que me había convertido.

Pero el Gobierno me había conseguido todo el vestuario con el que podría haber soñado, y a veces me preguntaba de dónde lo habían sacado, o si existe una Agencia gubernamental de costureras para monstruos como yo. Tal vez no fuera el único. Tal vez Marcia estaba igual que yo, en algún recóndito lugar de Alabama, pensando en mí.

Yo sí pienso en ella. Más de lo que mi atrofiado cerebro estaba dispuesto a asumir. Me drogaban, por supuesto, pero se lo agradecía. Mi vida sería mucho más difícil de sobrellevar si tuviera todas mis facultades mentales intactas. Así que cada día me tomaba mi pequeña ración de Soma. Hace dos semanas dejé de hacerlo.

Saludo a Herman, el menonita uniformado que cuidaba de vigilarme los lunes, miércoles y viernes, y me devuelve el saludo. Noto cómo se tensa su cuerpo al verme, pero ya no me preocupa su aprensión. Es un profesional y hace lo posible por no translucir su asco, y yo se lo agradezco.

Ahora estoy en el cuarto de baño, escribiendo esta nota. En cuanto la termine, escalaré a la taza del inodoro, y me descolgaré en ella a través de la cuerda cuyo extremo habré atado a la cisterna. Y tiraré. Tal vez muera ahogado, tal vez acabe en uno de los Grandes Lagos, pero no puedo soportar más este encierro.

La máquina de encoger había funcionado, y el Gobierno no podía dejar que el público lo supiera.

Soy Rick Moranis, y si lees esto, es que estoy muerto.

domingo, 20 de febrero de 2011

El vídeo porno de Belén Esteban

Soy el uno.

Seguro que con el título de este post genero un tráfico de visitas nunca visto, y me empiezo a forrar con los anuncios de Google que aún no sé ni cómo se activan.

¿Porque para qué sirve un blog si no es para ganar dinero con las visitas?
He aquí las posibilidades que se me ocurren, a ojo de buen cubero.
  1. Para dar a conocer tus inquietudes sobre lo que te rodea.
  2. Para ofrecer informaciones veraces y contrastadas, huyendo del oligopolio opresivo de los medios de comunicación.
  3. Para plasmar tus habilidades artísticas o literarias, esperando que un Deus ex Machina disfrazado de headhunter anónimo descubra en ti al próximo enfant terrible del ciberespacio y salir en la próxima portada de EP3.
  4. Como continuación del punto tercero, para utilizar extranjerismos que en tu vida cotidiana nunca puedes aplicar.
  5. Para ligar.
Evidentemente, no valgo para ninguna de las cinco, así que mi único interés en este blog es el pecunio. Clicad, clicad malditos.

P.D: Soy un hombre honrado, y sí, os voy a dejar el link para el susodicho vídeo. No tenéis más que hacer click aquí.

P.D2: Os lo tenéis merecido, enfermos.

viernes, 18 de febrero de 2011

Excusas en obras

La burbuja inmobiliaria ha explotado. Mis cojones treintaytrés.

Mi vecino de al lado se ha puesto a hacer una reforma pantagruélica en un piso de apenas 50 metros cuadrados que no acabo de entender. No sé qué sentido tiene un loft de 50 metros cuadrados, eso en muchas culturas se denomina trastero.

Y luego el local de abajo. Vivo en un barrio dominado por un tal Jhon Edwin (sic.), cuyos tentáculos ya abarcan una tienda de alimentación, dos locutorios, una peluquería y una tienda de envío de divisas. Estoy convencido de que es el Starbucks latino, y pretende ahogar al pequeño comercio del barrio a base de saturación para luego cerrar sus locales y quedarse sólo con uno, cuando ya no haya competencia.

Resulta que la irreductible PYME latina del barrio está justo debajo de mi cama. Una peluquería en la que jamás se ha encendido un secador, en la que nunca se ha abierto un bote de champú, que cerrará sin haber cardado un rizo. No quiero pensar que es un negocio tapadera para limpiar el dinero proveniente de la trata de mulatas en la cercana Casa de Campo, así que seré displicente y diré que es sólo un club social en el que se reúnen los dominicanos a charlar de sus cosas y a beber cervezas en lata.

Pero por algún motivo que no acabo de entender, han decidido que ante el empuje del Godfadel Jhon Edwin, deben reformar por completo su "peluquería". Y llevan un mes taladrándome el oído.

Así que cada día me despierto a las 8 de la mañana, en mi afán por no caer en la espiral del parado, y después de desayunar, me pongo delante del ordenador, tabaco en ristre, dispuesto a enviar currículos como si fuera gratis y a hacer cositas bonitas que poder enseñar en público. A las 9 empiezan los taladros en Dolby Surround. Envolventes de cojones. Y tras soltar un bufido mientras miro al techo, me digo que así no hay quien se concentre, y me paso el resto de la mañana tocándome los huevos.

Bien, es posible que sea una excusa, y que no me hagan falta sardinas para beber agua. Pero prefiero pensar que es algo transitorio, y que en cuanto acaben las obras, volveré a ser productivo y por fin encauzaré mi vida por los fértiles caminos del trabajo remunerado.

Aunque sé que no es así. Porque toda la vida, o al menos la mía, no ha sido más que un continuo esperar a que pase una etapa anodina, con la infundada esperanza de que la que viene va a ser la definitivamente cojonuda. Cuando estaba en el instituto, pensaba que en cuanto llegara a la Universidad, todo iba a ser fantabuloso. En la Universidad envidiaba a los que habían terminado la Carrera y estaban haciendo cosas molonas, y pensaba que ya llegaría mi momento. Cuando empecé a currar, tardé poco en hartarme y decirme a mí mismo que en cuanto dejara el curro, por fin iba a desarrollar todo mi potencial. Y ahora pienso que en cuanto terminen las obras, voy a ser la polla.

Pero es que esta vez es verdad.

jueves, 17 de febrero de 2011

Introducción Aclaratoria

No tengo nada que decir.

Una vez aclarada la base fundacional de este blog, no atenderé quejas sobre lo poco que alimenta el espíritu su lectura, sobre lo pretencioso que resulta hablar de cosas que a nadie salvo a quien las escribe interesan o sobre cómo pretendo reembolsar el tiempo que has perdido leyendo esto.
Queda bajo tu entera responsabilidad.
Para quien no me conozca y para quien crea conocerme, me describo descarnadamente.
Soy alguien que se esfuerza en cantidad por seguir pareciendo tan ingenioso como todo el mundo le ve, intentando tapar todas las grietas por las que se escapa su absoluta vulgaridad, en el más amplio sentido de la palabra.
Community manager de mi vida a tiempo parcial, en régimen de autónomo.
Intentando mantener mi impostura de pose rayloriguiana - inconformista, rebelde, profundo y misterioso - bajo capas y capas de pedancia consciente.
Sólo soy, como diría Raúl Albiol, un chico.