domingo, 19 de junio de 2011

Tu antes molaba

Cuando descubres que en la taza de café que habías dejado a un lado, olvidada, queda aún un poquito de líquido beige, frío, y asquerosamente dulce, piensas que el día ha empezado bien.

No hay mejor manera de empezar un día que sorprenderte a ti mismo dejándote un sorbo de café cuando pensabas que te lo habías terminado. Piensas que el tío que eras hace diez minutos era un tío cojonudo, porque te ha dejado un regalo inesperado.

El tío que eras antes es un tío guay, que te esconde monedas en los abrigos con una sonrisa traviesa y esperanzada, sólo para poder ver cómo, al invierno siguiente, redescubres al Ratoncito Pérez al encontrar esa moneda. Para el tío que eras antes, no era más que una moneda de dos euros, que le habían dado en el bar al cambiar para tabaco, pero el tío que eras antes es tan cojonudo que prefiere dejarte un regalo para el año que viene, sólo por el placer de verte ilusionado, en vez de gastarse esos dos euros en un placer pasajero y que no disfrutará tu yo del presente.

El tío que eras antes se preocupa por ti, y sólo vive intensamente las cosas bonitas, borrando de un plumazo todos los malos tragos, para que tú sólo tengas buenos recuerdos  y no te preocupes por cambiar lo que ya pasó. Te descubre canciones que te subirán el ánimo cuando estés deprimido, porque sabe que lo estarás, antes o después.

Pero un día te das cuenta de que el tío que eras antes es un jodido hipócrita de mierda.

Todo lo que hace, todo eso que parecían detalles altruistas para dejarte un bonito pasado que inspirara tu futuro, no eran más que actos de egoísmo para conseguir convencerte de que el tío que eras hace diez minutos, o el invierno pasado, era un tío de puta madre comparado contigo. De repente, la verdad, bella y dolorosa como un balonazo en los huevos de Özil, es que el tío que eras antes no es más que un hijo de puta egoísta y vanidoso preocupado por el legado que va a dejar a las futuras generaciones de tús.

Y ese día decides matar a ese hipócrita que no ha hecho más que amargarte la vida obligándote a compararte continuamente con él, mientras te miraba con su sonrisa sardónica y condescendiente, sabiéndote incapaz de estar a su altura. Te bebes el café hasta que sólo queda una costra de azúcar marrón rodeando el fondo de tu taza de Forges. Y diez minutos después, el tío que eras antes no es más que un puto egoísta. Y tú eres mejor que él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario